Gustavo Álvarez Gardeazábal

Escritor, crítico literario, periodista ygardeazabal político nacido el 31 de octubre de 1945 en Tulúa, departamento del Valle del Cauca (Colombia), donde ha residido la mayor parte de su vida. Su padre, Evegisto Álvarez Restrepo, fue un inmigrante antioqueño que llegó a Tuluá en la década del 40,  y su madre, María Gardeazábal Rodríguez, una tulueña nieta de vascos liberales radicales hija del librero del pueblo. Con el tiempo su padre llegó a ser un reconocido jefe conservador en el municipio y su madre presidenta de la Acción Católica. Hizo sus primeros estudios en el Colegio de las Madres Franciscanas, centro educativo de unas monjas suizo-alemanas en el que, según reconoce el escritor, recibió la educación más importante de su vida: la formación disciplinaria y la orientación en su capacidad de observación.  

Se graduó de bachiller en el Colegio de Los Salecianos. Entró a estudiar ingeniería química a la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín en 1962, pero fue expulsado en 1964 por escribir y repartir públicamente, en la entrada de la Universidad un escrito titulado  Piedra Pintada, en el que criticaba fuertemente al “rector magnífico monseñor Félix Henao Botero y a su corte de lameculos”, según afirma en entrevista publicada por Jonathan Tittler en el libro El Verbo y el Mando, (ver bibliografía crítica).  

Luego de una corta estadía, en ese mismo año, en St. Michaels College, en Winooski, Vermont, ingresa a la Universidad del Valle en 1965, en donde, continúa diciendo en la entrevista, “di toda la lora posible, asumí el liderazgo estudiantil de frente, y con qué furia y argucias, contra los marxistas y contra los derechistas; me hice elegir miembro del comité directivo de la Federación de Estudiantes y libré batallas novelescas contra las estructuras política y universitaria”. Obtuvo el título de Licenciado en Letras con la monografía «Las Novelas de la Violencia en Colombia«, dirigida por el profesor Walter Langford, de Nortre Dame, el cual enseñaba en la Universidad del Valle patrocinado por fundaciones extranjeras que hacían presencia en la Institución (Rockefeller, Kellog, Ford).

Es un hombre polémico que gusta del poder y que desde sus inicios en la Universidad del Valle ha demostrado vocación de mando e interés por la política y la vida pública. Su actividad como líder estudiantil la alternaba con una columna en el diario Occidente, donde, según revela él mismo, ponía sobre el tapete todo lo que ni el rector Alfonso Ocampo, ni los distintos grupos políticos de la Universidad del Valle le permitían discutir en el campus. Sus primeros cuentos fueron publicados en La Estafeta Literaria, revista de Madrid y la revista Mundo Nuevo de París. En 1971 publicó su primera novela, La tara de papá, considerada por el escritor su novela madre, pues están allí consignadas todas las potencialidades de su estilo difícil de clasificar y su gusto por temáticas como la violencia, la política, la iglesia católica y su nada inocente papel en la historia colombiana, y las costumbres de su pueblo natal. No obstante, es su novela Cóndores no entierran todos los días la que le otorga gran reconocimiento como escritor, tras ganar el Premio Manacor y ser editado por la Editorial Destino, en Barcelona en 1972. Hasta el 2004 el libro ha llegado a las 60 ediciones legales y más de 90 piratas, que el mismo autor ha coleccionado y que no dejan de sorprenderlo.  

En 1972 gana el premio Ciudad de Salamanca con su novela La Boba y el Buda; otras novelas publicadas son: Piedra Pintada (1965), El Gringo del Cascajero (1968), Dabeiba (1973), El Bazar de los Idiotas (1974), El Titiritero (1977), Los Míos (1981), Pepe Botellas (1984), El Divino (1986), El Último Gamonal (1987), Los Sordos ya no Hablan (1991),  Comandante Paraíso (2002) y Las mujeres de la muerte (2003). También ha escrito el libro de relatos Cuentos del Parque Boyacá (1979), los libros de ensayos Manual de crítica literaria (1986), Perorata (1991), La novela colombiana: entre la verdad y la mentira (2000), Se llamaba el País Vallecaucano (2001) y el libro de crónicas Prisionero de la esperanza (2000). 

Ha sido profesor de la Universidad de Nariño en Pasto entre 1970 y 1972, después en Cali en la Universidad del Valle  entre 1972 y 1980, año en que se retira en protesta contra las reformas hechas por el entonces ministro de educación Rodrigo Lloreda, quién dictó un decreto prohibiendo a los profesores ejercer su actividad política. Respecto a su vida de profesor universitario Álvarez Gardeazábal dice: Mis cursos eran programados para 30 alumnos en salones normales, todos los tuve que dictar en grandes auditorios, pues la gente iba a oírme sin matricularse al curso. Por su puesto yo no he creído en las calificaciones como elemento de juicio, simplemente mandaba a hacer trabajos a los estudiantes inscritos oficialmente (a veces los otros los hacían también), yo los comentaba en público y después les pedía a cada uno que pusiera la nota para llenar el trámite burocrático. El consejo directivo consideró oprobioso el sistema pero nunca me pudo sancionar…(entrevista publicada por Tittler). 

Aunque desde sus inicios expresó su vocación política y de hombre público y ha sido un constante  líder, como columnista, estudiante y profesor universitario, es solo hasta 1978 que inicia su participación en un movimiento político oficial, cuando siendo profesor de la Universidad del Valle se inscribe en el Movimiento Cívico, que se agrupaba alrededor del periodista José Pardo Llada. Fue elegido concejal de Cali ese año y diputado a la Asamblea del Valle, al período siguiente. Luego quiso hacerse reelegir como diputado, lanzándose como candidato independiente, pero fue derrotado. El siguiente período se lanza al concejo del municipio de Tulúa, su pueblo natal, siendo elegido; en 1988, contra todos los pronósticos, se convierte en el primer alcalde elegido por voto popular en el mismo municipio.

En 1990 lanza su candidatura a la Asamblea Constituyente pero sale derrotado. En 1992 repite como alcalde de Tulúa con una votación bastante amplia. Durante este período su figura apareció ampliamente en los noticieros debido a sus constantes enfrentamientos con el presidente César Gaviria Trujillo, siendo uno de los principales detractores de la “hora Gaviria”, pero sobre todo, oponiéndose a la ocupación de la isla de Juanchaco por marines del ejército norteamericano que, como parte de una supuesta operación antidrogas, desembarcaron en la isla y estuvieron allí por varios meses. Fue en esta confrontación que llegó a decir en público “gringos periqueros” y que ordenó izar a media asta la bandera de Colombia en su municipio como protesta por la ocupación yanqui a la isla del pacífico, en la costa Vallecaucana. Esto le valió la enemistad política de las élites del partido liberal y del gobierno estadounidense, quien de inmediato le quitó la visa. 

Al terminar su alcaldía, en 1996, y dos años antes de las  siguientes elecciones, sin apoyo de ningún partido ni gremio económico, inicia su campaña a la gobernación del Valle de una manera muy peculiar: en 1996 inicio mi campaña a la gobernación y durante año y medio, acompañado solo de Carlos Saldarriaga y en carro prestado o en la ‘narcochéchere’, con quince asientos plásticos y un megáfono, recorro el Valle vendiendo mi libro Perorata y gano por la abrumadora cifra de 700mil… que error, si hubiera ganado por solo 50mil no se habrían montado las máquinas… 

Ganar las elecciones a gobernador, sin apoyo de la maquinaria política, y por la cifra abrumadora de 780mil votos fue un hecho sin precedentes en la historia electoral colombiana, el cuál puso a temblar a las élites políticas, no solo del Valle sino de Colombia entera. Este hecho, aunado a la construcción de su imagen pública como político incorruptible, su prestigio como escritor, su costumbre de hablar de frente de la política nacional y las declaraciones públicas de su homosexualidad, además de asustar a las élites, las escandalizó. Su triunfo de inmediato lo instaló en la lista de “los presidenciables” y de inmediato se iniciaron persecuciones políticas en su contra, que buscaban truncar su mandato como gobernador y sacarlo de la arena política ante el temor de que se lanzara a las elecciones presidenciales en el 2002 y las ganara de la misma forma.  

La gobernación de Gustavo Álvarez Gardeazábal es descrita por Jonathan Tittler de esta manera: Había recibido un número de votos sin precedentes. También heredó problemas muy graves en su departamento: una deuda fiscal profunda, una migración masiva de campesinos del campo a la ciudad y una guerra en escalación entre varios grupos armados. Trabajó para fortalecer y reformar la agricultura y la industria de la zona. Impuso austeras medidas económicas para enfrentar la deuda pública y, a pesar de los grandes problemas financieros, lanzó un programa para apoyar las artes. Pero su mayor desafío fue la guerra. Se la acercó como ningún oficial gubernamental jamás lo había hecho: con el diálogo (Tittler, 2004:117).  

En 1999 fue acusado de enriquecimiento ilícito por haber vendido en 1992 una escultura por el valor de siete millones de pesos a quien resultó ser un testaferro de un narcotraficante. En un proceso, que dejó muchas dudas a la opinión pública, fue hallado culpable y condenado a seis años y seis meses de prisión, lo que lo obligó a dimitir como Gobernador y pagar la condena. Tittler lo relata así; ‘…El mandatario departamental fue investigado por haber recibido, presuntamente, del cartel de la droga de Cali, seis cheques por valor de 55 millones de pesos (unos 80.000 dólares)’. Las cifras que yo he comprobado personalmente son distintas. He visto un comprobante bancario de ingresos firmado por Álvarez Gardeazábal a la cifra de solo siete millones de pesos. No sé si hayan habido otros comprobantes para llegar a la cifra mucho más alta citada en la noticia arriba. Pero el hecho es que Álvarez no tenía la riqueza necesaria para defenderse de las acusaciones (Tittler, 2004:119). 

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